Gobiernos a prueba

Aurelio Ramos
Aurelio Ramos
Gobiernos a prueba

Impaciencia. Ansiosos por intentar repetir el cuestionable éxito de ganar elecciones en pandilla, los dirigentes del  PAN, del PRD y sus inspiradores y padrinos en la cúpula del gobierno federal, ya hacen planes para el 2011. Y en una de esas –convenencieros por ahora—lo ocultan para el 2012. Están engolosinados con sus magros logros individuales del domingo pasado; pero les vendría bien moderar su impaciencia, porque, entre otras muchas cosas, aún resta saber qué clase de gobierno harán sus abanderados en Oaxaca, Puebla y Sinaloa.

No ha sido buena la experiencia de los mexicanos con gobiernos formados a base de retazos ideológicos y partidistas. En Nayarit persiste como una pesadilla el recuerdo no sólo de la incompetencia, sino sobre todo de la corrupción del régimen de Antonio Echevarría Domínguez. Y en Chiapas, en tiempos de Pablo Salazar Mendiguchía, la podredumbre institucional llegó a tal punto que el procurador de entonces, Mariano Herrán Salvati, está hoy tras las rejas.

Antecedentes tan nefastos imponen prudencia, obligan a mirar de cerca, antes de otear el horizonte, ¿cuál será el desempeño de Gabino Cué Monteagudo, Rafael Moreno Valle y Mario López Valdés desde el arranque de sus respectivas administraciones, aun durante la luna de miel que los ciudadanos suelen tener con los gobernantes los primeros cien días de gestión?. En este periodo de gracia los mandatarios darán color y se verá si son gallos.

No mueve al entusiasmo, sin embargo, la trayectoria pública de los inminentes nuevos gobernadores, a quienes los une su común pasado priista, el talante veleidoso de los malos perdedores prestos a emigrar cuando los vientos soplan en contra y la total carencia de principios y lealtades. Llegan al poder impulsados por fuerzas cuya razón de ser se agota en echar al PRI a escobazos para repartirse luego el pastel burocrático, no en tratar de mejorar el ejercicio de gobierno ni detonar el desarrollo de sus estados.

Durante la campaña electoral colmada de inmundicia de uno y otro lado, se escucharon histéricos llamados a la aniquilación del PRI y de los más añejos vicios representados por este partido, no así propuestas de acciones de gobierno indispensables, concretas, viables y bien estructuradas. La estrategia funcionó. Los montoneros opositores lograron su objetivo, cazaron el felino pero no saben ahora qué hacer con la piel del tigre.

De más está decir que de los tres nuevos gobiernos el de Gabino Cué será, sin duda alguna, el más emblemático. Y el que afrontará también las mayores dificultades, si se considera el rezago de siglos de Oaxaca y la diversidad de grupos de interés forjadora de la variopinta mayoría que venció al priismo de Ulises Ruiz y de Eviel Pérez Magaña, pero también de José Murat, Diódoro Carrasco, Heladio Ramírez y otros próceres, a quienes esa sufrida entidad les debe en gran parte el actual estado de cosas.

Excepto la obsesiva determinación de echar al PRI, no se conoce planteamiento alguno del gabinismo en materia de desarrollo del campo, en un estado donde todavía imperan la coa y el arado egipcio de hace 500 años; ni de crecimiento de la industria, generación de empleos, efectiva promoción del turismo, o ampliación de la cobertura y elevación de la calidad educativa, en una entidad donde un sindicalismo logrero y unos gobernantes indolentes han dañado en forma criminal a la niñez y la juventud durante tres décadas.

Tampoco se conoce proyecto alguno de Cué Monteagudo en materia de creación de infraestructura o atracción de inversiones para impulsar el avance regional, ni en el terreno político para sofocar el polvorín de añejos e incontables conflictos partidistas y de invasiones de tierras, no sólo en localidades remontadas sino en inmediaciones de la capital del estado.

Menos aún se sabe que el listado de prioridades del aliancista e inminente gobernador oaxaqueño contenga ideas claras y precisas para un inaplazable saneamiento del aparato de seguridad y justicia, carcomido hasta el tuétano por la corrupción y cebado entre los más desvalidos de uno de los estados más pobres del país.

La política hace extraños compañeros de cama, pero ¿podrá Gabino hacer algo plausible, atenazado como está por los intereses de Diódoro, ahora entrelazados con los de Murat y otros adversarios hasta hace poco irreconciliables? ¿Qué de bueno podrá surgir de una junta de equipo gubernamental en la que víctima y victimario estén sentados, uno al lado del otro, como podrá ocurrir con Jorge Franco y Flavio Sosa, protagonistas ambos del sangriento conflicto del 2006?

Por si fuera poco, ¿podrá Oaxaca salir del atraso, si ya se frota las manos por regresar al usufructo de los dineros públicos la llamada legión extranjera, aquella que se forjó en tiempos de Heladio y tuvo continuidad con el ahora orgulloso panista Carrasco Altamirano, dador a manos llenas de prebendas a incondicionales exhibidos luego a plana entera por ayudantes del inefable Murat?.

Habrá que ver, pues, antes de echar las campanas a vuelo, ¿cómo acometerá Gabino ese enorme miura que es el gobierno de Oaxaca?, y lo mismo vale decir para Moreno Valle, en Puebla, y Malova en Sinaloa; uno entregado a poderosos grupos de interés económico y sindical, el otro condicionado por el narcotráfico que corroe todos los estamentos sociales.

Antes incluso del cierre de casillas, el domingo pasado, ya brincaban en una pata César Nava, Jesús Ortega, Manuel Camacho y otros artífices y operadores de la alianza que hermanó a peles y espurios con mesiánicos y legítimos, así como con advenedizos de toda laya. Y es de suponerse que en Los Pinos hubo fiesta y corrió champaña a raudales, mientras el presidente Felipe Calderón —¡que vocación!—maniobraba para tratar de burlar mediante felicitaciones selectivas la voluntad popular expresada en las urnas.

En la borrachera electoral y de la otra los gestores del aliancismo, la infidelidad partidista, la capitulación ideológica y el crudo pragmatismo empezaron a maquinar la idea de reeditar la historia en 2011, con la mira puesta en 2012. Amanecerá y veremos. Por ahora, conviene a los ansiosos guardar la calma. Y a los ciudadanos del común, paciencia para constatar si el ejercicio electoral valió la pena en términos de buen gobierno, o si se les hizo tragar un repugnante cocktel ideológico sólo para seguir en las mismas.

josé

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